Cuentan que Ansenuza, la diosa que habitaba en aquellas
aguas, era una mujer bellísima, pero extremadamente cruel con aquellos que
entraban en sus dominios. Un día, mientras recorría la laguna, Ansenuza encontró
sobre la arena el cuerpo de un indio sanavirón.
Su primera reacción fue atacar al intruso y destruirlo, pero
al percatarse de su inmovilidad, se acercó lentamente a él. El fuerte cuerpo
del indio indicaba claramente que era un guerrero, pero se encontraba
gravemente herido, tendido en un sueño de agonía y muerte.
Ansenuza, observando al guerrero, sintió como su corazón
comenzaba a latir con mayor fuerza, y por primera vez sintió que se enamoraba
perdidamente. Pero inmediatamente se dio cuenta de que no podría salvarle la
vida, y entonces comenzó a llorar.
Sus lágrimas cayeron en torrente y bañaron el cuerpo del
hombre muerto. Tanto lloró que sus lágrimas tornaron saladas las aguas, y ante
tanto dolor los demás dioses se apiadaron de ella.
El padre de los dioses decidió dar una oportunidad al amor
que había nacido en el corazón de Ansenuza, devolviendo la vida al joven
guerrero. Del cielo cayó un rayo que iluminó el cuerpo inmóvil, y lo transformó
en una hermosa y esbelta ave de plumas rosadas.
Desde ese momento el flamenco habitó las aguas salobres de
Ansenuza, que es como los lugareños llamaban a la laguna Mar Chiquita.
Aguas a las que los dioses dieron propiedades curativas para
que ya nunca deba llorarse por la pérdida de un amor
Aves de Córdoba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario